La sal ha servido al hombre como condimento, conservante, medicina y símbolo espiritual, asociado a necesidades biológicas y laborales y vinculada a valores esenciales como religión y poder. Los gobiernos la entendieron como fuente de riqueza y la gravaron con tasas, arrogándose su monopolio como arma de guerra económica. Este trabajo aborda la política que en torno a la sal aplicaron los Austrias en la Corona de Castilla, analizando las repercusiones que tuvo en el Partido de Castilla la Vieja, el más desconocido del intrincado mapa de salinas de la Monarquía, así como las disputas entre las principales villas y su contrabando.
