Bizancio nunca fue un mundo cerrado, no dejó de ser recorrido por hombres y mujeres que atravesaron sus fronteras: del desierto a la Gran Ciudad, del Occidente europeo a Constantinopla y desde allí hacía el Mar Negro y a las tierras del Islam### monjes anacoretas, comerciantes y aventureros, embajadores, espías y cautivos. A los que siguieron libros y obras de arte.
Los viajes y viajeros por Bizancio han atraído, en ocasiones, el interés de estudiosos y curiosos y ahora, por primera vez en España, se analizan de forma colectiva con resultados sorprendentes, en la línea de los ejemplos más notables del género. Debido, en buena medida, a la ilimitada curiosidad y el agudo sentido de la observación de la que hicieron gala aquéllos. Seducidos todos por la belleza deslumbrante de la capital, la solemnidad del rito ortodoxo y la singularidad de sus gentes, ciudades y monumentos.

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