Podría postularse: entre los que consideran intolerable la vanguardia y quienes la abrazan entusiasta e inocentemente, existe una tercera clase de escritores: aquellos que, puesto que hacen de la vacilación y la calma su emblema, no abrazan ni rechazan nada nunca del todo, se mueven en zigzag, están despidiéndose todo el tiempo, abandonando todas las casas. Escritura de nómades o viajeros (pero desde un punto inmóvil, como quería Eliot): a esa clase de escritor tal vez pertenezca Ezequiel Alemián. Si nos preguntáramos, entonces, a qué momento de ese viaje pertenece Me gustaría ser un animal, deberíamos responder que a uno en que la vacilación ha florecido en multiplicidad. Leer este libro es como vagar por el parque que creó Raymond Roussel para Locus solus. La suma puede leerse como un catálogo de especies imaginarias, o una colección de novelas incompletas, de mundos posibles, entre los que paseamos suspendidos, con una sensación de libertad. Levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad: cinco de las virtudes anticipadas por Calvino para la literatura del siglo XXI aparecen en estos textos. En cuanto a la sexta (la consistencia), atraviesa la obra entera de Alemián, de la que Me gustaría ser un animal, hoy reeditado, es uno de sus momentos más brillantes. Como dice Alemián: ahora lo único que importa es leer.

  • Editorial: GOG & MAGOG
  • Paginas: 108
  • Edición: 2011
  • Idioma: Castellano
  • Peso: 158
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN 9789872730307

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