Detrás de todo filósofo, como detrás de cualquier otro intelectual, hay una mujer, ya sea en el ropaje de madre, de amante, de mujer o de hermana, o incluso de simulacro –piénsese en la Beatriz dantesca–, y en el caso de los filósofos que a menudo son profesores, también de alumnas. Casi siempre los filósofos piden mucho a sus mujeres, si no todo, casi la vida misma. Las mujeres dan todo, aun la vida, como auténticas madres, y están también felices por haber dado. La simbiosis es perfecta. Y el lector o el espectador de la filosofía, es decir, nosotros, ¿qué rol tenemos frente a este juego? Con Kant podemos decir que, hasta que el mundo no sea “grande y terrible”, hasta cuando no se “trate de trasformarlo”, podemos sólo observar, lo cual no es poco.

El mundo de los hombres es dual, está hecho de hombres y de mujeres, pero en realidad es triádico, el tercer elemento se halla representado por la relación recíproca ( Gemeinschaft , en alemán) entre hombres y mujeres. Como espectadores del mundo ( Weltverseher ) podemos expresar un juicio sobre el mundo, sobre aquello que lo constituye, es decir, las relaciones que lo componen y, entonces, podemos expresar un juicio también sobre la relación entre los filósofos y las mujeres. Prácticamente hasta el final del siglo XIX no hay ningún filósofo de sexo femenino, no existe siquiera la palabra para indicar tal cosa. Y sin embargo no han faltado las relaciones entre los filósofos y las mujeres, analizarlas sirve para juzgar el valor de una filosofía. Pretendo aquí aplicar un principio fundamental de la Ética de la Liberación: para juzgar un sistema, ya sea éste político, social, económico, cultural, religioso o incluso teorético, hay que ponerse de parte de la víctima de este sistema: sólo desde la perspectiva de la víctima el sistema ofrecerá su cara más auténtica. Puede parecer extraño que un sistema teorético produzca víctimas y, en efecto, los hechos demuestran que no hay una filosofía expresada por una mujer por lo menos por 2.500 años, y sin embargo en este período la filosofía ha surgido, se ha desarrollado, ha muerto y ha renacido de sus mismas cenizas. Los hechos demuestran que los filósofos han marginado intencionalmente a las mujeres del pensamiento teorético, relegándolas al rol de objeto del pensamiento, pero demuestran también que los filósofos han amado, hasta el punto de que muchos sistemas teoréticos han sido elaborados por el amor mismo, si bien era el amor por el saber (philo-sophía): amor del saber que iba de la mano del amor por las mujeres, enmascarado como amor por una mujer. Todos los filósofos son guerreros en busca de su propia Ariadna.

En este libro no quiero analizar el problema teorético del amor por las mujeres, sino contar historias, tres historias significativas de amor de tres filósofos por tres mujeres; las he elegido por su diferencia y su homogeneidad, sin pretender haber agotado el catálogo. Sólo narrando historias puede revelarse la verdad, como si estas fábulas fueran mitos: y la narración de estas tres historias se funda sobre todo en las palabras de amor que las tres parejas de amantes se intercambiaron entre sí. No hay palabras reconstruidas, en todo caso hay intenciones claramente expresadas o voluntades enunciadas de forma reveladora. Por su carácter ejemplar he iniciado con Abelardo y Eloísa: en su relación se presentan los lineamientos fundamentales ( Grundrisse ) para describir las otras relaciones. Luego siguen los vínculos entre György Lukács e Irma Seidler y entre Hannah Arendt y Martin Heidegger, los cuales resultan opuestos entre sí y han sido elegidos precisamente por su oposición. Si hubiera habido más espacio y más tiempo a disposición de una investigación más amplia no habrían podido estar ausentes del catálogo Kierkegaard y Regina Olsen o Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, aunque serán temas de investigaciones mías o de otros. Las constantes se cifran siempre en torno a la consideración de la mujer como un ser devoto al hombre: ya sea porque ella debe ser una suerte de ancilla philosophiae , ya sea porque es llamada a ser compañera del filósofo, que tiene necesidad de su constante presencia para pensar, como si la mujer fuera el objeto del pensamiento, rol noble para la filosofía, mientras que en realidad termina siendo sólo un condimento del pensamiento. En este desplazamiento de la mujer a un rol secundario, compañera de ruta y no objeto del pensamiento, entonces, el filósofo revela toda la potencia de su pensamiento, en ocasiones también la voluntad de potencia, a menudo la potencia de la voluntad. No hay jamás una verdadera intención, es decir, un entrar en la mujer con la tensión, con la philía, entrar en tensión con la mujer; una mujer con un nombre, una identidad, una individualidad irreductible. Se notará a partir de la narración de las tres historias que las mujeres en cuestión, si bien dotadas de grandes personalidades, son borradas en sus personalidades, podrían haber sido cualquier mujer, es más, son la Mujer tout court .

Las mujeres son capaces de amar intencionalmente, es decir, de entrar en tensión con el filósofo, de comprender su intimidad, porque han donado su propia intimidad, ellas aman a ese filósofo, no aman a la Filosofía o al Hombre. Se donan a él, sufren por él y con él, mueren por causa suya. Los filósofos a menudo se olvidan, pueden recordar momentáneamente, pero luego el olvido cancela el recuerdo de esa mujer, de esa pobre víctima. Ellos aman a la Mujer Filosofía, por ellas son capaces de sacrificar a otros seres humanos, de causar víctimas. ¿Pero cuánto vale una filosofía que para ser elaborada ha causado víctimas? Hete aquí que la jerarquía aristotélica de vida práctica y vida teorética se ve invertida: la vida práctica expresa un juicio definitivo sobre la vida teorética. No puede uno dedicarse a la vida teorética, si esta dedicación pasa por encima de la devoción de una mujer hacia un filósofo, o mejor, de un ser humano hacia otro ser humano. Efectivamente, al narrar estas historias me he preguntado frecuentemente: si estos filósofos hubieran pensado que en lugar de una mujer hay un ser humano, es decir, si hubieran pensado en términos de género próximo, ¿habrían seguido adelante tan despreocupadamente con esos sacrificios en los altares de su obra? La pregunta suscita otra aun más fundamental: ¿qué es la mujer para un filósofo? No tengo respuestas a esta pregunta o sólo otras preguntas: si un filósofo piensa en términos de proximidad, ¿entonces las cosas más próximas adquieren más sentido? ¿La mujer, entonces, en el fondo, le resulta lejana? ¿O es lejana respecto del pensar? ¿Pero cómo puede considerarse lejana la pasión de una mujer por un hombre? A los lectores dejo la ardua respuesta. Éste es un libro de filosofía y, en cuanto tal, es un libro lleno de preguntas.

Aquí narramos historias apasionadas, o mejor, histor

  • Editorial: TOPÍA
  • Paginas: 400
  • Idioma: Castellano
  • Peso: 450
  • Encuadernación: Papel
  • ISBN 9789871185154

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