Para proponer una poética por otros medios debo reinterpretar brevemente los tradicionales. En eras prosaicas como esta suele rechazarse la lírica. Quienes creen que alguna vez estuvo viva dicen que está muerta y proceden sin más a pasar por poemas sus breves apreciaciones sociológicas, antropológicas o, peor, confesionales. Se olvidan o no saben que la lírica nació a medio morir saltando y que ese ha sido siempre su lugar. Orfeo enamoró a Eurídice tocando la lira y debió bajar al infierno a buscarla. Como si esa no fuera muerte suficiente para la lírica en el instante mismo de su nacimiento, una vez que Orfeo perdió a Eurídice para siempre al volver a la superficie, se retiró a las montañas donde las Bacantes lo apedrearon y despedazaron, repartiendo sus miembros. ¿Por qué le hicieron eso? Porque él, que funda y representa la lírica, rechazó la seducción de las Bacantes. ¿Cuál es entonces el lugar de la lírica ahora? El mismo del comienzo: uno que rechaza seducir o ser seducido sin amor, esta es una metáfora para el embelesamiento que originan las escrituras que dicen exactamente cuánto el lector quería que dijeran y de la forma por ellos conocida, porque confirman sus juicios previos sobre las cosas enunciadas, conservadora e imperceptiblemente, por supuesto; un lugar que se reconoce descuartizado, que construye desde y con los restos de cada desastre histórico y cada crisis del lenguaje. Por eso es fragmentaria como una navegación por internet y se rebela ante el efectismo, ante los lugares comunes que sobrevivieron enteros solo en apariencia.

  • Editorial: VARASEK EDICIONES
  • Paginas: 162
  • Edición: 2018
  • Idioma: Castellano
  • Peso: 300
  • Ancho: 15 mm
  • Largo: 22 mm
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN 9788494946073

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