Las Violetas De Attis

Tres... ¿cómo llamarlos? ¿Relatos? Es tan impreciso el concepto de relato. El de cuento es demasiado estrecho. El editor (porque este libro tiene un editor) los llama "documentos". Y aunque se ataje, es obvio que este editor forma parte de "esa antiquísima cohorte de falsarios que tiene por costumbre agradecer a la suerte haber hallado —después de envejecerla en su despacho a fuerza de tinturas y arcaísmos— la historia que por fin publican"... Tres documentos, pues; pero ¿de qué? Uno lo redacta un Psicólogo de las Religiones a quien le ocurre algo que su profesión le impide, y al mismo tiempo le exige, reconocer. Otro, un paradójico marino a quien le cuesta admitir que su barco... es un barco, con todo el peso simbólico que la leyenda ha puesto en los barcos. El tercero, un intrincado profesor de Historia del Arte que toda su vida quiso ser escritor hasta que... lo logra. Tres documentos que dan, pese al esfuerzo de sus autores por evitarlo, testimonio de otras tantas escaramuzas de esa guerra sin solución a la vista en que se mezclan y combaten Realidad y Ficción, Ciencia y Fábula, Deseo y Honestidad. Cada página, cada frase, cada palabra de este libro es el chisporroteo un poco loco, un poco inofensivo de esas escaramuzas.