En su ensayo “El arte narrativo y la magia”, Jorge Luis Borges el joven postularía que la causalidad novelesca, en el mejor de los casos, se basa en la magia y que la proliferación de detalles, de pormenores que buscan simular lo real generalmente hacen fracasar el arte de la novela. El Caudillo, que no abunda en descripciones y avanza rítmicamente hacia su pequeña catástrofe mitológica, confirma esos preceptos. El río caudaloso, la noche, la fascinación sexual son posibles fuentes de lo que pasa y por ende tiene que pasar: “La noche lleva el rostro velado. Nuestra vida en su corriente es una barca que no sabe, que no quiere saber adónde va.” Esta incertidumbre o este misterio serían pues más reales que cualquier vano intento de realismo. El arte no puede rebajarse a copiar lo real, como diría Macedonio, amigo de ambos Borges. A semejanza de la inspiración nocturna, que opera sobre su mundo mágicamente, y enfrentado a su noche, el héroe se debate. Porque el destino es indestructible y de hierro, pero el sufrimiento es particular y único, y puede exclamar su pathos: “La vida era un error, un estúpido amontonamiento de basura que al final estorba y ahoga.”

  • Editorial: MANSALVA
  • Paginas: 128
  • Idioma: Castellano
  • Peso: 178
  • Encuadernación: Papel
  • ISBN 9789871474158

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