Para los letrados de la llamada “generación del 37”, el poder de nombrar era proporcional a la figura de la nación imaginada: puro nombre, sin existencia institucionalizada. Como escribió Matamoro, “están exiliados de una nación inexistente, a la que intentan dar una existencia objetiva pero ideal, a través de un corpus literario”. Piensan la nación –la escriben– des­de las ciudades que los acogen en el exilio. En el flujo de ese imaginario de una ciudad ideal, los letrados criollos diseñan un espacio libresco cimentado principalmente por lecturas y referencias de textos franceses. Y contrastan esas referencias con el inmenso territorio que desborda el diagrama del orden civilizado.

Las palabras de Juan Thompson (una de las figuras centrales y a la vez poco estudiadas de la joven generación), que abren este libro, indican la ambivalencia de la idea de ficción para los letrados criollos, ligada por entonces a la “fantasía”, a la elucu­bración intimista o candorosa delarte por el arte, es decir a cier­ta presunción de lo romántico como delirante, absurdo o fan­tástico en una sociedad que requería primordialmente de una escritura socializadora. Sin embargo, ni Thompson ni el grupo de letrados que discutían a inicios de la década de 1830 sobre la necesidad de una literatura nacional cuestionaban el hecho implícito de que esa misma escritura forjaba un tipo de repre­sentación cuyos tópicos y recursos retóricos provenían de ese mismo espectro de ideas estéticas que ellos discutían.

 

  • Editorial: EDICIONES KATATAY
  • Paginas: 400
  • Idioma: Castellano
  • Peso: 450
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN 9789872377915

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