Como al agitar el agua un círculo produce otro, hay convivencia entre el deseo y la figura. Obligado a emerger el analista es, la figura imagen, colocada en distancia, dominada, la figura forma, toda una escenografía, la figura matriz, aquello invisible suprimido.

Si el psicoanálisis se desliza por el deseo y la censura, ha de decirse:

Para el paciente el analista es una figura mutante. Es como figuras retóricas mutantes que son transformaciones del deseo. Las figuras retóricas que dejan ver algún desarreglo, o lo que se rehace, o la entonación que sube.

Si como psicoanalista soy el saber, soy hipérbole, en lo visual y en el sueño del analizante puedo sufrir de gigantismo.

Si soy repetición de gestos, soy aliteración, un yuxtaponer elementos parecidos, donde el ritmo acierta una permanencia.

Si soy imagen monista incompleta, soy elipsis, quizá solamente un perímetro, quizá estoy levitando.

Si mi hablar es denso y lacónico, soy lítote, hipérbole enunciada en pequeñez, acaso un objeto de sarcasmo.

Si mi palabra sorprende, participo del anacoluto, rompo acuerdos, quiebro unas presuposiciones vidriosas.

El deseo va hacia accesos. Soy igual que transgresión fingida, ilusionismo burdo, sentido inestable, y además, parloteo, habladurías, la francachela. Pero enseguida unas interpretaciones hacen la incerteza, cambian significados.

  • Editorial: MANSALVA
  • Paginas: 96
  • Edición: 2017
  • Idioma: Castellano
  • Peso: 146
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN 9789873728617

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