Contra la renuencia de ciertos sectores de la psicología tradicional, haremos aquí una diferencia entre fantasía e imaginación creadora, diferencia que ya Wallace Stevens vislumbra tanto en algunos de sus poemas como en sus escritos teóricos. Esto, tanto porque nos parece muy importante, en general, dentro de toda la obra del poeta estadounidense, como porque en la excelente antología y traducción de poemas de Stevens que acaba de ser publicada en Uruguay por el poeta Roberto Echavarren, es una de las preocupaciones axiales.



La antología, titulada apropiadamente Los poemas de nuestro clima (La Flauta Mágica, 2011), a decir del poeta uruguayo recoge textos que crean un personaje que “no es un hombre, ni siquiera un maestro, un señor, un amo, sino más bien la ausencia del sujeto; pero no neutro, ni indiferente ni completamente abstracto. Este hipersujeto es el mismo marco de la imaginación, la medida del alma, el curso de las estaciones, es algo de los sentidos en la mente (…) el contorno del espacio sensible de la mente”.



Así es. Lo que hace Stevens, finalmente, es desplegar un mapa de las abstracciones imaginales del hombre contemporáneo. Esto implica no solo una gran capacidad de autopercepción, también tiene que ver con la capacidad de ponerse al margen del gran río pardo del olvido de sí mismo, y por lo tanto de los movimientos de nuestra propia mente, que hoy predomina. Esta es una facultad lamentablemente inalcanzable para la mayor parte de los seres humanos hoy. Stevens es capaz de cartografìar, no obstante, su imaginación abstracta, los vaivenes sutiles de su pensar:

 

…La novia 

Nunca está desnuda. Una cubierta ficticia

Teje siempre el centelleo de la mente y el corazón.



¿Hay cierto poema que nunca llega a las palabras?

¿Y otro que se burla del tiempo?



Lo peculiar potencia lo general:

Combina el latín de la imaginación con

La lengua franca y jocundísima.



Por supuesto y por cierto, están en esta antología los poemas más importantes, sobre todo los de largo aliento del poeta estadounidense, en versiones muy acertadas. Desde la más bien clásica preocupación por la música culta (“Mozart, 1935”), pasando por su famosa “Estétique du mal”, hasta la exigencia de atenerse a “la mente del todo”, y buscar “el poema del acto de la mente”. Y, a pesar de que la mente y sus sutiles movimientos internos son una preocupación renuente en la poesía de Stevens, creemos que es importante también para él elaborar una suerte de topografía de los desplazamientos de la imaginación; pero no de cualquier imaginación, no mucho menos de la mera fantasía o imaginación viciosa de la que hablaba Elemire Zollá. Hablamos aquí de una imaginación racional que se eleva sobre lo que la sociedad contemporánea valora como “creatividad” y “vuelo imaginativo”.



“Decir cosas más que humanas con voz humana”. Este verso aforístico del poema “Chocorúa a sus vecinos” parece regir, si no toda la poesía de Stevens, sí la voluminosa antología que comentamos. Pero este decir busca alejarse reiteradamente de la simple reflexión gélida, e instalarse en ese sutil intersticio entre lo racional –entendido en su acepción más elevada- y la imaginación creadora (Henri Corbin) como parte de los sutiles y poco reconocidos efluvios estelares de lo racional en nuestra naturaleza, más allá de las vicisitudes personales:

 

Estas nebulosas abrillantadas en el más menudo pormenor

Del más profundamente querido de los seres, renunciamos

Al lamento, deliberadamente prescindimos del ay-ay.



Otro elemento interesante de la poesía de Stevens es su afán de introducir en los amplios contenidos de la mente, los elementos propios del discurso poético, como la metáfora:

 

no es una variación, sino un final.

Y aún así hablar del mundo entero como una metáfora

Implica ser fiel todavía a los contenidos de la mente.



Por otro lado, este abandono, por parte del poeta, de una voz reconocible, hipostasiada, se constituye en uno de sus mayores logros. Claro, algunas veces el discurso poético utiliza la segunda persona –frecuentemente coloquial-, rozando desde lejos lo convencional, pero sin llegar a prefigurar una baja de tensión poética digna de ser registrada por el sismógrafo poético del crítico. Muy pronto, Stevens recupera su bellamente logrado interés por las sutilezas del pensar –algo que él no opone a imaginación ni a poesía-, y lo expone con eficacia en unos versos:

 

La nada era una desnudez, un punto

Más allá del cual el pensamiento no podía progresar

En tanto pensamiento.

Tenía que elegir. Pero no fue una elección

Entre, sino de. Eligió incluir las cosas

Que están incluidas unas en otras, la armonía

Acumulada, complicada, conjunta.



“seguimos volviendo y volviendo a lo real”, nos dice Wallace Stevens. Muy apropiada observación. Solo que en su poesía no se trata de un retorno chato, anecdotario, coloquialista a la realidad. Si leemos la antología de Echavarren nos damos cuenta de que uno de sus principales propósitos es congeniar el registro cuasi sismográfico de los movimientos más delicados de nuestra interioridad, donde lo emocional y la sensibilidad adocenada no tienen cabida, y, a la vez, un atenerse a las exigencias inevitables de la realidad. Una realidad que, con su propuesta poética compleja, se ve potenciada y amplificada gracias a la importante topografía interior del hombre actual llevada a cabo por el poeta, que es como mejor se puede considerar su poesía.

  • Editorial: LA FLAUTA MÁGICA
  • Paginas: 300
  • Edición: 2011
  • Idioma: Castellano
  • Peso: 350
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN 9789974983045

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