El autor se refiere a la seriedad con que debe enfrentarse la existencia, la cual es comúnmente falseada por los recursos casi infinitos de la temporalidad. También critica al cristianismo oficial, que ha querido solapadamente mantenerse acorde con lo mundano, con lo no cristiano. Aquí el problema es doblemente grave, pues aquello que debiera ser un testimonio de la eternidad se vende al precio que le ofrece la temporalidad, convirtiendo al cristianismo en simple doctrina que se acomoda a las usanzas de los demás. Pero también el problema radica en que el cristianismo oficial está vacunado contra las críticas que se salgan de sus parámetros. Kierkegaard muestra al lector diversos signos del problema para que pueda juzgar y juzgarse a sí mismo dentro de la cristiandad.

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